miércoles, 9 de diciembre de 2009

Todos los males de este mundo

Hoy necesitaríamos definitivamente aquel antídoto spinetteano contra todos los males de este mundo. La receta se nos escapa como jabón de entre las manos, sin embargo algunos alquimistas de burbujas parecen la promesa del futuro.
“Todos los males de este mundo”. Conglomerado de infortunios y desgracias escapados como de una caja de Pandora. De la alcancía de Pandora.
El poder es la maldición del género, la ruina de la especie, hoy, transmutado en su forma más acabada: el dinero, y con él, el mercado. Y así como están los falsos alquimistas, aquellos a quienes encomendamos la salvación – o al menos el stop de la debacle – están los alquimistas reales, los deleznables, los representantes del escombro, los que intentan forzar la caja cada vez mas y extraer de ella toda migaja de mal olvidada. Los que todo quieren transformar en oro.
Aquellos quienes abogamos por la evolución del género humano, los defensores de la educación y el respeto como máxima insignia de la revolución, creemos que el anhelo de poder, el insensato deseo de sentirse superior a otro, es el supremo defecto del hombre. Diversas instituciones y revoluciones han paleado históricamente esa fuerza avasallante que es la praxis de la sentencia hobbesiana: el hombre es el lobo del hombre. Hoy la esclavitud no es un sistema legitimo – a pesar de que en su ilegalidad se lo practique en algunos sitios –; ni aun la servidumbre, el diezmo. No existen tales modos de producción o al menos no son avalados por la superflua conciencia colectiva. Sin embargo existe la explotación, el capitalismo; existe la “apropiación del excedente por parte de la clase que posee los medios de producción”, pero no es lo mismo: ha habido un progreso. Es cierto, no podemos conformarnos. Por supuesto que no, pero reconocer la evolución, lejos de ser fato de conformismo, es conservar la esperanza en un proceso que no se detiene y que, mas no sea lentamente, llegará a buen puerto.
Hoy tenemos al llamado “socialismo del siglo XXI” en América latina, que, lo quiera el optimismo y la esperanza, sabrá desgajar la experiencia soviética y construir un mundo mejor, sin la violencia, sin el ansia destructiva, y con la paciencia de los pequeños pasos que conducen la buena voluntad hacia su fin inequívoco.
Hay ilusión, hay perspectiva, pero el cambio debe ser en la conciencia individual de la “masa”. El pueblo debe dejar de ser la postergada grey, la plebe, esa masa de seres humanos ostentando opiniones ajenas: la doxa contemporánea. El pueblo debe hacerse juicioso, reflexivo de su poder, debe derribar la eterna frontera política que impone la ley de la “calidad persuasiva” sobre la cantidad de voluntades: tal “calidad” es ilusoria, fantochesca, cruel. El pueblo debe erigir su voluntad y llevarla prudente pero segura hasta los confines de la igualdad y la democracia, derrumbar la estúpida realidad del poder representativo y ser, de una vez, una colectividad activa, pensante, legisladora y ejecutora.
Para esto hace falta echar por tierra ciertas estructuras, ciertos obstáculos. El monopolio ideológico del dinero es la terrible verdad del ahora, es la mercantilización del cielo, la legitimación del poder que ha bajado a la tierra, que se ha hecho carne y circula entre nosotros. La plata es el Dios que se ha florecido nuevamente después de muerto; es el junco que nace del estanque pútrido, la redención, la salvación. No hay ya otro cielo que el faraónico; la acumulación es la verdad. El comportamiento parece obedecer al mundo de las pirámides, pareciendo que nuestras riquezas nos acompañarán al otro mundo, al cielo que es la tierra sobre el cielo.
Sin embargo los cielos son renuentes a recorrer las calles, generalmente se quedan allí, lejos de los problemas, postulándose como la mentirosa organización del escapismo, con sus gerentes y diplomáticos, sus corresponsales, sus espías y sus maquinas, sus agentes de comercio, sus tesoreros. Pero en las calles se adolece, se clama, se gime, se muere. Y la organización carece de funebreros.
Pero bien, tampoco alejémonos nosotros del aquí, por aquí es donde suceden los sucesos.
Es un hecho la conferencia de las Naciones Unidas que se lleva a cabo en Copenhague sobre el cambio climático, problema que es el fiel reflejo de la dinámica de autodestrucción y autoexplotación de nuestro generó, problema que es el desafino perfecto de la música que aman los alquimistas. Los precios del nuevo cielo.
El dinero suficiente para salvar al mundo – tristemente de forma brutalmente literal – es 12 veces menos, dosificado durante 10 años, del que se utilizó para salvar a los bancos y al capital privado en esta última crisis del capitalismo (Ricardo Pestrella, “Dos obstáculos en el camino”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, diciembre 2009). Por tanto es bien claro qué tipo de estructuras permeabilizan la explotación, la dominación, del hombre por el hombre.
Como siempre las letras deben conducirnos a propagar y discutir, jamás a imponer. No olvidemos sentencias tan claras – y esclarecedoras – como aquella de P. Freire: “a elegir se aprende eligiendo”. Pues la elección libre es hoy la espina mas incrustada del sistema, de ahí el acento en la educación, en la apertura, en la expansión de la conciencia, que va de la mano con la expansión del universo electivo.
La esperanza es la herramienta del revolucionario para encauzar su voluntad. Para creer. Para hacer. Así el pueblo se hará pueblo y los hombres hombres. Así la fe en los cielos se nos escapará como arena entre los dedos, enmudecida por el grito intemperante del hombre común, el grito de igualdad.

El Instigador de brumas











2 comentarios:

  1. Dice Kropotkin: "Hemos visto que las acciones del hombre (...) responden a naturales necesidades del invidivuo. Tienen por objeto buscar el placer y el deseo de huir al dolor".
    Bajo esta premisa, ningún ser humano -hombre, mujer, andrógino- puede verse libre si no es primero, mediante la satisfacción de sus necesidades. Pero los seres humanos, lejos estamos de ser meramente seres biológicos, somos también - y me animo a decir que en mayor medida- seres de cultura. Una cultura que nos vende como necesario, algo que no lo es.
    Seguido de eso, debemos analizar la naturaleza humana: su insitnto de supervivencia lo lleva a un temor que lo insita la constante búsqueda de acumulación... Acumunlación que puede ser hecha de las formas más atroces, incluso para sustentar "necesidades" que distan mucho de ser biológcias y necesarias.
    Ahora bien... yo no creo que ningún ser humano pueda decirle a otro qué es o no es necesario para la existencia y la felicidad... esos parámetros son muy subjetivos;
    Pero sí existen derechos humanos, el derecho a la vida, -imagino que acordarán conmigo- es superior al derecho de conocer las bahamas o tener un auto último modelo.
    Sumado a lo publicado, quisiera entonces contribuir con mi lectura. Creo yo que para que se acaben "todos los males del mundo", tenemos que humanizarnos, tenemos que reeducarnos. Una buena forma de lograr eso es poniéndose en el lugar del otro; sintiendo el dolor diario que sienten las almas que fueron marginados por el resto de la sociedad que sólo busca la forma de sobrevivir dentro de esta selva que le fue legada por sus antepasados.
    Pero diría Freire: No sólo hay que humanizar y liberar a los oprimidos del mundo, a los condenados de la Tierra... La praxis no concluye ahí...
    Hay que humaniar a los opresores...
    De alguna forma hay que buscar restaurar la humanidad que éstos han perdido.
    Yo diría que la esperanza es el motor del revolucionario, es su alimento...
    Siendo su herramienta el diálogo y la educación, el respeto y la unión.
    Quizás, para erradicar todos los males del mundo -por más ingenuo que suene - haya que erradicar todos los males del hombre...
    Su insensibilidad, su inhumanismo, su codicia, su intolerancia, su egoísmo, y su ignorancia...
    El que tenga ideas de cómo lograr eso tanto consigo mismo, como con el resto del mundo...
    Por favor, que prenda la luz y nos ilumine.
    Gracias

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  2. No pude evitar que se me dibuje una sonrisa al leer lo de humanizar a los opresores y acordarme de tu firme posición en contra de toda violencia. Pero bueno, vos ya escuchaste mis argumentos y no voy a dejar de repetirlos en este sitio público.
    "Humanizar a los opresores"... ¿Es que acaso no son humanos? Con esta pregunta no quiero ponerme a divagar. A lo que voy es que la palabra justa es re-educarlos. Pero soy pesimista en cuanto al éxito de esa misión, básicamente porque para re-educar a algunos opresores lo que habría que hacerles es un lavado de cerebro total, y eso incluiría sesiones de terapias y cosas que no les gustarían nada y que tendrían que ser en contra de su voluntad, lo cual es violento. Además, esta gente de la que hablamos tan piadosamente, acude permanentemente a la mentira, la peor de las violencias, y esto hace que no se pueda confiar en ellos, y la confianza es algo para mí fundamental en la educación de una persona, tanto la confianza en sí mismos como la confianza en el otro.
    Entonces afirmo, contra la violencia, violencia.
    Y junto a ella, educación. Todo a la vez, lucha y organización.

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